sábado, 30 de enero de 2010

Pamukkale "castillo de algodón" y Hierápolis

Esta mañana salgo del hotel y me encuentro con el dueño. Estaba esperándome con 5 amigos, uno de ellos con cámara en mano me ha grabado, se han hecho fotos conmigo, comentaban la ruta y admiraban la moto, bueno parecía que fuera una celebridad, por un momento me he sentido una estrella...jejeje
Terminado el show, me he despedido de ellos y tiro millas hacia mi próximo destino, Pamukkale, donde pasaré dos días entre montañas de algodones y las ruinas de la antigua ciudad helenística Hierápolis, ciudad sagrada...


Al llegar me encuentro con este camello, la foto no es muy buena ya que la hice del escaqueo para no pagar.


La montaña blanca hay que subirla descalzo para no estropearla, más de lo que está.
Tengo suerte y hoy no hay casi turistas, así que subo la montaña prácticamente solo, lo que le da un toque de misticismo.



Me lo tomo con calma disfrutando cada paso que doy y del maravilloso paisaje que ofrece.




Cuando llegas arriba te encuentras con la ciudad sagrada, la verdad que rodeada de este espectacular paisaje no me extraña que la bautizaran así.


Paseo por sus calles y admiro lo que queda de ella, imaginando la grandeza de su época pasada.

Luego me pierdo, admirando el horizonte mientras por mi cabeza pensamientos de añoranza mezclados con satisfacción me llevan a una calma extraña, me quedaría aquí mucho más tiempo, pero está anocheciendo, así que vuelvo hacia el pueblo, descalzo y entre aguas termales.



Al día siguiente llueve a cántaros, me quedo toda la mañana en el hotel disfrutando de varios tés y del paisaje que ofrece la montaña de algodones, mientras, dejo volar mi imaginación.

Por la tarde la lluvia cesa y salgo a dar un paseo por los alrededores.


A la hora de cenar vuelvo al hotel con una extraña sonrisa dibujada en mi cara.

Selçuk y las ruinas de Éfeso

Hoy llueve, así que me lo tomo con calma.
Salgo algo más tarde de lo habitual, bien abrigado y con el chubasquero puesto. Cojo la autopista que me llevará hasta Selçuk.
Hoy será otro día de turismo en estado puro, voy a visitar la Gran fortaleza, la Mezquita de Isa Bey y la Basílica del siglo VI, de San Juan Apóstol, luego subiré la colina para Ver la Casa de la Virgen María, dicen que es ahí donde Juan el Evangelista llevó a la Virgen María después de la crucifixión de Cristo, huyendo de la persecución en Jerusalén.
Para terminar el día bajaré a ver Éfeso.



Bueno, pues os cuento: llegando a Selçuk deja de llover y sale el sol, como aún hay nubes decido cambiar el orden y me voy directo a Éfeso.


Precioso, la verdad, merece la pena visitarlo.


El enorme teatro, el mayor de su época, tenía capacidad para 24.500 espectadores.
El templo de Artemisa , una de las Siete Maravillas del Mundo y el mayor de la antigüedad, con 120 columnas de 20 m de altura, de las que sólo sobrevive una. En él se veneraba a la "Señora de Éfeso", una divinidad de múltiples pechos a la que los griegos identificaron como Artemisa. El templo fue saqueado y quemado por los godos en el año 262.
La biblioteca de Celsus, que aún mantiene su fachada en pie.


De ahí voy hacia la Casa de la Virgen María, al llegar a lo alto como si de un peaje se tratara, hay un hombre cobrando las entradas, (la casa aún no se ve) te cobran antes de bajarte del coche, en mi caso de la moto, bueno pues espero mi turno.
Los de delante mío son una familia Turca en un monovolumen, por las cabezas que se ven viajan más de los que caben legalmente, el conductor le da un billete de 20 liras, hablan, parece que le pregunte que cuántos van, por los gestos del conductor que mira hacia dentro de su vehículo y luego vuelven hablar, el taquillero le da las entradas un panfleto y le devuelve un billete de 5 liras, yo que lo veo preparo mi billete de 20 liras para agilizar, cuando llego a su altura se lo entrego y espero, el tío va y me da la entrada pero no me devuelve nada, yo le pregunto y me dice que no habla inglés le hago gestos preguntando cuánto cuesta y me dice que 20 liras, yo le digo, como puedo, que el coche de antes le ha pagado 15 liras e iban más de 9 personas, él me dice que él turkis, tú 20 liras. Le tiro la entrada dentro de la taquilla y le pido que me devuelva el dinero, riéndose me devuelve mi dinero, yo riendo me cago en su puta madre (parece que no lo entiende porque sigue riendo) doy la vuelta y me marcho por donde he venido, me quedo sin ver la casita de marras, pero es que estoy harto de que te intenten tomar el pelo.

Con el cabreo me voy hacia Selçuk, al llegar voy directo a la Basílica, llego al parking dejo la moto empiezo a subir la rampa de entrada cuando me giro y veo a dos tipos mirando la moto, no hay nadie vigilando y no me dan buena espina así que me vuelvo hacia la moto, ellos se alejan mientras ríen, será mi paranoia pero no me gusta, me enciendo un cigarrito mientras medito si la dejo y entro o si me marcho de este pueblo, cuando llega un autobús cargado de turistas, me dirijo al conductor y le pregunto, me contesta que él no la vigilará y que no es seguro, así que decido dar una vuelta por fuera con la moto, veo la Basílica, la fortaleza y la Mezquita por fuera y me marcho hacia Aydin donde pasaré la noche.


Por el camino aún voy cagándome en todo, no por lo que no he visto sino porque intentan timarte cada vez que pueden. Llego a Aydin y voy directo a comer algo (aún no he comido nada y son las 8 de la tarde), en el restaurante pregunto por un hotel barato y muy amablemente me indican uno, al llegar alucinan con la moto, y después de charlar con ellos, me invitan a un té y me dan una llave, yo les les digo que antes quiero saber cuanto cuesta ellos se ríen y me dicen que nada. Hace un rato me cagaba en ellos y ahora están dandome una habitación gratis y no sólo la habitación me dicen que toda el agua (embotellada) que quiera y el té también gratis que lo único que tendré que pagar es el alcohol. Dándoles mil gracias, les dejo la página web y mis datos y me subo a dormir.

jueves, 28 de enero de 2010

Izmir (Esmirna)

Desayuno en el hotel y me pongo en marcha.


Hoy el tiempo me ha dado una tregua, hace sol y las temperaturas son agradables, en una horita escasa me planto en Esmirna.


La tercera ciudad más grande de Turquía y conocida con los sobrenombres de «İzmir occidental», « La perla del Egeo», los Turcos también la llaman La Hermosa İzmir´.


Después de recorrer sus calles durante 9 horas, visitar los monumentos incluido el castillo, el museo arqueológico, bazares y su paseo marítimo, yo personalmente no le he visto la hermosura por ningún lado y eso de que es la ciudad mas occidentalizada, no sé qué idea tendrán ellos de occidente pero la mía dista mucho de esto.
Definitivamente no me ha gustado nada.


El museo un timo, 8 liras y estaba todo cerrado, sólo una planta abierta con 4 estatuas y poco más, habían más piedras en el jardín exterior que era gratuito que dentro, el Ágora tres cuartos de lo mismo, suerte que era barato: 3 liras, todo cerrado, sólo te dejaban acceder a la explanada principal que se veía perfectamente desde fuera.
Lo más bonito la torre del reloj.

miércoles, 27 de enero de 2010

Camino a Izmir

Salgo de Bandirma, con la maldita nieve y un cielo amenazante, -8 grados en el termómetro hacen que me plantee si he hecho bien en levantarme.
Los primeros kilómetros son una pesadilla: nieve y hielo en la calzada, todos con cadenas menos yo... jejeje... alguno me mira con cara de asombro (deben pensar que estoy loco).


Tomo el desvío que me llevará a Izmir. Me quedan 250km. Por suerte, por aquí ha pasado la máquina y la calzada está limpia de nieve, no de hielo, grandes placas hacen que extreme las precauciones, parece que lo de echar sal no se lleva.


A las 2 horas tengo que parar pues me estoy muriendo de frío, me pongo unas cuantas capas más y un par de guantes, (llevo tres camisetas interiores de manga larga, una camiseta técnica y un suéter más la chaqueta, unos guantes finos , unos de lana y los de moto, pantalón interior, tres calcetines largos, los pantalones de moto y las botas ) y aun así me estoy helando.


Me quedan unos 140 km cuando se vuelve a poner a nevar, sigo como puedo, ya no noto los dedos de las manos, hago 70 km más, la cosa se está empezando a poner fea, cada vez hace más frió, no deja de nevar y la noche se me ha echado encima, parezco el Copito de Nieve y eso que mi traje era negro, veo un hotel y no me lo pienso dos veces, por hoy ya está bien.
Estoy a unos 60 km de Izmir, en Manisa... Mañana más, ahora duchita para entrar en calor y a comer que son las 19 y aún estoy en ayunas.

lunes, 25 de enero de 2010

Otro día sin suerte

Hoy, haciendo caso de las recomendaciones, he salido hacia Bandirma donde decían que las cosas estaban mejor, desde ahí cogería otra carretera hacia Izmir.
Bueno, pues os cuento: después de desandar 80 km bajo un suelo helado, las cosas no es que estén mejor, sino todo lo contrario, la carretera está cortada y para llegar hasta aquí he tardado unas 7 horitas en hacer los 80 km, todo un récord, ni Valentino lo superaría...
Por suerte, he tenido un par de horas donde he vuelto a ver el sol, luego me ha caído una nevada recordándome la suerte que traigo.

Lo que se ve más oscuro es puro hielo, bueno, todo era hielo o nieve helada, jeje, 80 Km de esta guisa.



sábado, 23 de enero de 2010

Atrapado en Biga

Segundo día en Biga, Turquía.


Sigo sin poder salir de aquí, parece que el mal tiempo durará unos días más, así que he decidido que mañana intentaré volver a Bandirma y desde ahí cogeré la autopista que me llevará a Izmir. Me han comentado que por ahí las cosas están mejor; me quedo sin ver Troya, he intentado ir en autobús pero las carreteras permanecen cortadas y los autobuses no pueden llegar, los conductores me han comentado que vuelva a Bandirma y coja la autopista.

Aquí os dejo unas fotos de mi paseo por Biga, para que os hagáis una idea de cómo está esto.

Entrada a una gasolinera

Alineación al centroCarretera de entrada a Biga

viernes, 22 de enero de 2010

Caminando solo hacia Troya

Fotos de ayer

Hostel donde nos hospedamos en Istanbul.


Llevando a Claudia al aeropuerto, tenemos un pequeño problema con la llanta trasera...


Hoy un día para olvidar.


No he logrado llegar a mi destino, otra vez el mal tiempo me lo ha impedido.
Esta mañana he salido con un agua nieve que no cuajaba pero congelaba todos mis huesos. A la altura de Bursa el viento se ha unido a la fiesta y hacía de mí lo que quería, era tal la fuerza que aun estando parado me costaba mantener la moto en pie. Poco a poco y maldiciendo Turquía he conseguido ir avanzando. Al llegar a Bandirma he tenido que parar, los pies... ya no los sentía.
He comido algo, junto a una estufa que poco a poco les ha vuelto a la vida, con los calcetines y botas chorreando he tenido que ponerme un par de bolsas de plástico en los pies para que al menos la piel se mantuviera seca, encima he vuelto a ponerme los calcetines chorreando y las botas y otra bolsa sobre ellas para que no entrara más agua y de esta guisa he continuado camino pues aún me quedaban unos 150 km para llegar a mi destino.
Las bolsas de fuera poco han durado y otra vez el agua volvía entrarme, he logrado hacer 50 km más pero el agua nieve ha pasado a ventisca y con todo nevado a mi alrededor, junto con la carretera, he decido pararme en Biga. Mañana veré que hago ya que ahora mismo esto está todo nevado y no parece que vaya a amainar.
El parte para mañana es de -7 hasta -12ºC junto con nevadas, así que veremos como va.
Claudia: de la que te has librado!!!

lunes, 18 de enero de 2010

Istanbul entre Europa y Asia

Todas las ciudades del mundo tienen su rincón, un color, un aroma, un recuerdo ligado siempre a los ojos del que las mira, un puente entre dos continentes, y cuya sola mención trae a la memoria aquellas clases de Historia en las que la ensoñación ganaba casi siempre la batalla a los nombres, las fechas o los accidentes geográficos.


Bizancio o Constantinopla o Estambul -cada denominación ha sido utilizado durante siglos- uno encuentra exactamente lo que está buscando, y si tiene en mente misterio o romanticismo, las mezquitas, bazares, baños y callejones se encargarán de satisfacer todos sus deseos.


La estampa más inolvidable es la del ‘Cuerno de Oro’, un brazo de mar que se adentra en la orilla europea, llamado así porque los últimos rayos del sol se reflejan sobre la superficie del agua y parecen arrancar chispas, cosa que no hemos podido disfrutar, el sol no ha hecho acto de presencia, sólo la lluvia y la nieve han sido nuestras compañeras.


El cauce ha sido durante siglos la principal vía de comunicación de la ciudad y su barrera defensiva, y esto en un lugar que ha pasado por las manos de griegos, romanos, bárbaros de toda especie, bizantinos y otomanos, es decir mucho.


Hasta la conquista por Mehmet II, una cadena de hierro cruzaba la corriente de orilla a orilla, uniendo las actuales Punta del Serrallo y Sultanahmet con el barrio de Beyoglu, y haciendo imposible el paso de las naves con que los invasores trataron una y otra vez de tomar al asalto la ciudad.


Los ecos de la batalla se apagaron hace ya tiempo, y en la actualidad son las sirenas de los ferrys y los buques mercantes procedentes de Ucrania, Georgia o el Mediterráneo los que recuerdan que el puerto de Emynonu es y ha sido siempre el punto neurálgico de la ciudad.


Es la postal más típica de Estambul, flanqueado de mezquitas, pescaderías al aire libre, bazares, mercados de especias y restaurantes como los del puente de Gálata, donde disfrutar de un levrek (róbalo) al horno mientras la corriente se desliza bajo las mesas y el muecín llama a la oración desde el alminar de Rustem Pasá.


Santa Sofía, durante siglos la mayor iglesia de la Cristiandad. Construida en el s.VI por el emperador Justiniano, Mehmet II la convirtió en mezquita cuando conquistó la ciudad en 1453. El templo es de una belleza abrumadora, que contrasta con la pesadez de los muros y contrafuertes que sujetan la cúpula. La nave central, dominada por tondos de madera con inscripciones caligráficas sarracenas, muestra todavía el mihrab que marca La Meca y hacia donde se volvían los fieles antes de que el edificio se convirtiera en museo; el mimbar o púlpito desde donde se dirigía la oración; la logia, donde el sultán seguía la ceremonia del rezo, oculto entre celosías a las miradas indiscretas.


Lo que hace única a ‘Aya Sofya’, como la llaman los turcos, son los mosaicos que cubren las paredes, ocultos en tiempos de la dominación árabe por la prohibición expresa del Profeta de reproducir la figura humana. El Pantocrator, Justiniano, Constantino, San Juan Bautista, la Virgen, el arcángel Gabriel... Una crónica precisa del cristianismo sobre fondo dorado que recorre ábsides y muros.



A sus espaldas, colgado entre el Estrecho del Bósforo y el Mar de Mármara, se levanta el mítico Topkapi, el palacio otomano sinónimo de lujo y de belleza. El recinto contiene un sinfín de rincones sugerentes, caso del harén o del diván donde se reunían los ministros del sultán; o la galería que guarda piezas sagradas como la espada de Saladino. Eso sin contar el Museo de los Relojes o el Tesoro, la meca de cualquier ladrón de guante blanco, con tronos de oro, dagas cubiertas de rubíes y esmeraldas, broches de ensueño, armaduras de fantasía...


De nuevo en el exterior, se impone un paseo por Sultanahmet, el núcleo de la antigua ciudad romana de Constantinopla. El circo, el hipódromo, los palacios y las villas desaparecieron hace ya tiempo, pero nadie -salvo algún arqueólogo- los echa en falta. La explanada encierra tesoros como los baños de Roxelana, la cisterna subterránea sostenida sobre centenares de columnas,donde hemos podido disfrutar de un concierto, el obelisco egipcio y, sobre todo, la Mezquita Azul. Llamada así por el color de sus azulejos, es una joya rodeada de seis minaretes, raro privilegio que sólo tiene La Meca y que fue en su día motivo de agrias polémicas.


A quince minutos a pie se levanta otro lugar ineludible de Estambul: el Gran Bazar, un mercado cubierto atravesado por un laberinto de calles, que alberga centenares de tiendas donde es posible encontrar literalmente de todo. Desde joyerías, tiendas de ropa, alfombras, lámparas, artesanía, souvenirs, juegos de mesa, cafeterías y artículos religiosos -lo mismo cristianos que musulmanes, el negocio es el negocio- ; hasta alimentación, especias o electrodomésticos.


Ocupa una superficie tan descomunal que han hecho falta varios siglos y otros tantos sultanes para acabar de darle la forma que tiene en la actualidad. Cuando uno cruza cualquiera de sus puertas, se zambulle en una corriente humana que lo arrastra y zarandea por kilómetros de callejuelas. Saldrá al exterior por cualquier sitio distinto a por donde entró, desorientado, exhausto... y satisfecho.


De vuelta en la calle, las posibilidades son infinitas. Las mezquitas se suceden una tras otra, a cada cual más interesante. La de Soliman el Magnífico, la Nueva, Rustem Pasá, Eyup... La ciudad conserva los restos de un acueducto construido en tiempos de Constantino y que abastecía a la ciudad romana, que creció hasta alcanzar el millón de habitantes -hoy la habitan 18 millones, muchos de ellos desparramados por el lado asiático- y que llegó a estar blindada por tres murallas.

Claudia y unas simpáticas turcas que nos mostraron el camino cuando estábamos perdidos

Claudia limpiándose los pies como buena musulmana... jejeje

el cambio de religión le dio superpoderes